Complejo turístico para disfrutar de una oferta cultural y gastronómica completa. En una finca formada por 110 hectáreas de olivos y 6500 metros cuadrados de jardines muy cerca de la capital, La Boella se compone de un centro de convenciones, un restaurante, un molino de aceite, una bodega-tienda y un pequeño hotel. Este ocupa en el corazón de la finca un espacio del siglo XII completamente restaurado y decorado por la diseñadora Estrella Salietti.

Las 13 suites, sin fruslerías ni aditivos, concebidas para dar protagonismo a las maderas lacadas, responden a la llamada con amplitud, luminosidad y buen gusto. Todas están dotadas de amplios ventanales que miran a un mar de viñedos y olivos, contando seis de ellas con terraza y dos con jardín privado.

No faltan los detalles mimosos: su carta de almohadas (Visconfort, Latex y Termoreguladora), las sábanas de algodón egipcio, sus colchones viscoelásticos de última generación, el servicio de cobertura, o su música personalizada (reproductor iPod con miles de canciones que pueden personalizarse en listas temáticas a petición del cliente), el lector DVD con carta de películas y una cuidada iluminación domotizada. O las duchas efecto lluvia, las toallas de rizo americano y los amenities personalizados de la firma Bulgari con aroma a té blanco.

Además, hay que mencionar el estreno de su nuevo room service en el que se incluyen todos los platos de su restaurante y una carta de masajes y tratamientos corporales en la habitación.

Menudo lujo que de la mano de un equipo con alma de anfitriones natos y formación de alta escuela, estas suites reciban al recién llegado conun gran plato de fruta recién cortada, una botella de aceite Premium La Boella 0,25L, una botella de vino Mas La Boella y petits fours elaborados en su propio obrador. Todas se acicalan diariamente con flores frescas por la mañana y servicio de cobertura al anochecer. Esta práctica propia de los hoteles de lujo se da al anochecer con la apertura de la cama y retirada del cubrecama, cierre de las cortinas y reposición de toallas y amenities, dejando además como detalle una caja de bombones sobre el edredón.

Una piscina de agua salina y contorno enmaderado saca al huésped al aire libre mientras los 400 metros cuadrados de zona wellness distraen a cubierto cuerpo y mente.

Integrado en un edificio anexo al del hotel, el restaurante gastronómico de La Boella justifica el viaje por sí sólo gracias a una cocina de base tradicional y técnica impecable, sustentada sobre las premisas del kilómetro cero. Esto es, ingredientes cuya procedencia apenas traspasa el triángulo formado por Reus, Cambrils y La Canonja. Los aceites de oliva elaborados en la propia finca, los tomates de Benach (autóctonos de una pequeña zona de Tarragona), la ternera de Girona, el pollo de un corral cercano, los pescados salvajes y cigalas de Cambrils, la langosta de Sant Carlos de la Rápita, la gamba roja del puerto del Serrallo y las verduras, especias y plantas aromáticas que se cultivan el huerto y los jardines anexos al hotel son solo algunos de los versos que componen recetas hecho a base de paciencia, la picada a mortero y el chup chup de la cazuela.

Sin salir de la finca y sin tener que recurrir a la Tarraco romana, a los monasterios cistercienses o a la ruta del modernismo en Reus, La Boella propone visitas guiadas a la bodega y la almazara, así como un amplio programa de actividades que incluye cursos de cata, degustaciones o talleres de maridaje.

Si te ha sabido a poco, degusta un poco más en la Crítica de Fernando Gallardo.