Convertida en hospedería lujosa, la residencia del antiguo conde de Casafuerte, Yosef Montoya, luce más que nunca sus encantos históricos, desde el sillar de su fachada a su puerta de acceso en arco de medio punto y marco de alfiz, desde los herrajes relucientes al mismo escudo blasonado insignia de la casa, trece estrellas de ocho puntas.
Para el interior se ha tenido que potenciar este valor tradicional, ya sea en el comedor y sala de estar, con suelo de madera y techo de entramado, así como butacas y sofás de piel, ya sea en el tránsito por el palacio, con muebles de época, tapizados serios, balaustrada de piedra, mosaicos, espejos macizos y cuadros al óleo con motivos religiosos.
En continuidad, las alcobas se lucen cada una a su estilo, una afrancesada, Carravinateros, con un bonito techo abovedado tal vez del siglo XVII, y varias Luis XV, con piedra sillar a la vista, suelos de barro y maderas centenarias pero con varios detalles únicos: alicatados de Talavera de la Reina en la llamada Picazabal, mesa de forja en la Galzarra y cabecero modernista en la Zaballa. Con 40 metros cuadrados, la suite La Gloria se lleva la palma por atesorar casi todo lo anterior y además una cama de teca con dosel y un baño de mármol integrado en la estancia por una pantalla de cristal.
Opciones tras salir de la habitación: dedicarse al restaurante, con delicias riojanas, o entregarse a la práctica del enoturismo, con una de sus cunas y capitales, Haro, a un paso.