Sobre un monte del parque natural de Sierra Nevada, a unos 20 kilómetros de sus pistas de esquí, se alza este cortijo encalado y rodeado de naturaleza. La preocupación y el cariño de sus propietarios hacen de éste un buen hotel de montaña. Contrasta el paisaje típico serrano que le rodea y le confiere carácter a la construcción con sus interiores, donde el recuerdo de lo rústico apenas pervive en varios muros de piedra desnuda y en el paisaje que se cuela a través de los cristales. Por el contrario, son obras pictóricas de arte contemporáneo abstracto y un mobiliario moderno y funcional los elementos que componen el acervo decorativo. Los espacios ganan en calidez gracias a la pigmentación suave y elegante de las habitaciones. Mejoras sensibles a finales del año 2007 se aprecian con especial énfasis en la ampliación de cinco habitaciones, terraza privada incluida.
Sus ventanas y balcones actúan de miradores hacía el valle que precede a Sierra Nevada.